viernes, 11 de mayo de 2012

La justicia, apéndice de la tiranía

Que la administración de justicia, bajo el presente régimen tiránico, ha perdido completamente su independencia, no es ninguna novedad, en especial el Fuero Federal. Muchos jueces son meros delegados del Poder Ejecutivo; otros, simulan alguna independencia pero siempre acaban por satisfacer los caprichos de la Casa Rosada y aquellos que, aplicando el derecho como deben, es decir, sin mirar a quién, son atacados sin piedad desde todos los ángulos posibles. Pero esto es historia repetida, está en el ADN de quienes han recibido un voto de confianza por parte de la mayoría del electorado, confianza imposible de explicar teniendo en cuenta los antecedentes históricos. Y como para muestra sólo basta un botón, pasaré a transcribir textualmente un fragmento del discurso que pronunciara en entonces presidente electo Héctor José Cámpora, ante la Asamblea Legislativa, el 25 de mayo de 1973. En el mismo se refería a los planes del nuevo gobierno en relación al Poder Judicial. Estimado lector, lea cuidadosamente y saque sus propias conclusiones:  

Con clarividencia y sencillez acaba de decir el General Perón: “La libertad y la justicia son los remedios que deben preferirse a la represión y compresión del pueblo". No hay duda que padecemos déficit de justicia . No hay confíanza popular en que las soluciones del legislador sean justas. Tampoco se cree que las decisiones del gobernante se inspiren en esa virtud y no estén al servicio del privilegio . No se confía en que la administración de justicia la discierna rápida y equitativamente. La política del Estado debe hacerse cargo de esta situación. Es sabido que la pérdida del respeto por la actuación de los tribunales implica el más grave detrimento para el prestigio de la ley. Más que cualquier otra deficiencia pública. el pueblo percibe los defectos de la administración de justicia. Aquí también la falta de confianza en los magistrados resiente gravemente la imagen del Estado y deteriora sensiblemente la del Gobierno. La preocupación por este problema debe figurar entonces entre los asuntos prioritarios a resolver por el Poder Ejecutivo . Sin duda que la independencia de los jueces en el ejercicio de sus funciones y su libertad frente a las interferencias de otros poderes debe ser plena y asegurada. Pero el reconocimiento del principio, en su doble carácter personal y funcional no implica un concepto estereotipado . La independencia del Poder Judicial tanto como la del Legislativo o la del Ejecutivo es en realidad problema de cada Poder. La Constitución señala en forma precisa la extensión y los límites de la esfera de actividad de cada uno de ellos. El Poder Judicial no puede ser ajeno a la tarea de Liberación Nacional que definirá la acción concreta de la nueva orientación del Estado. Pues en la medida en que el nuevo orden jurídico será el orden jurídico de esa Liberación, el Poder Judicial será el encargado de realizar esos nuevos valores en las decisiones de los conflictos particulares . Desde este punto de vista, el Poder Judicial será también el custodio de la legalidad de ese nuevo orden de valores, pues ésa es la función que le encomienda la Carta Magna. Como ya se ha dicho. la legalidad del Estado tiene un único origen, la voluntad popular, y un fin definido, el respeto de la persona humana en su proyección individual y social. Resumiendo, la Liberación Nacional es tarea de la totalidad del Estado y por tanto también del Poder Judicial. Necesitamos no sólo jueces calíficados por sus conocimientos sino también versados en la comprensión de la naturaleza humana , imbuidos de sentido nacional independiente, humildes, pacientes e incansables para buscar la verdad, que sean honestos y tenidos por tales por la ciudadanía. Que perciban la ética prevaleciente y los valores de la Argentina en reconstrucción participando en ésta con su función creadora. Que sientan la demora en administrar justicia como un dolor intolerable y que inclusive preserven las libertades públicas contra cualquier exceso, aun si proviniera del mismo Gobierno. También se ha de contemplar, reconociendo la jerarquia de su cometido, el trascendente papel de los abogados y demás auxiliares de la justicia asegurando junto con el régimen previsional que el foro reclama, la colegiación necesaria para garantizar la presencia de normas éticas y el perfeccionamiento de sus integrantes. La Justicia entonces debe tener todo los atributos necesarios para ejercer en libertad su ministerio frente a los otros poderes pero no puede estar apartada de los ideales. los propósitos y el destino del Pueblo expresados categóricamente a través del proceso electoral que culminó el 11 de marzo y el 15 de abril. Independiente, sí, pero no ajena o contraria a sus decisiones. El Poder Judicial y los Poderes Ejecutivo y Legislativo integran un mismo Gobierno, que tiene una senda trazada por el pueblo y debe seguirla sin desvío. Independiente, sí, de los otros poderes pero sin ignorar las expectativas creadas a los sentimientos de un Pueblo ilusionado y decidido. Pero independiente también, en especial de los poderes ocultos que son hoy los más sutiles e implacables instrumentos de sometimiento de una nación. La justicia, defensora de la libertad, pero no de la libertad para amparar injustamente a los fuertes y sojuzgar sin razón a los más débiles; defensora insobornable de las libertades públicas, en un ámbito y sentido social. El Pueblo debe ver en ella su imagen , su proyección, en los conflictos cotidianos de intereses. No es posible una justicia que se detenga en el pasado y no comprenda la evolución del constante presente y del cercano futuro. Debe avanzar con la vida social y nutrirse no sólo en persona y decisiones pretéritas, sino en hombres - no interesa su origen- que ajusten sus decisiones a normas jurídicas pero a la nueva luz que despierta cada día. Lo dijo ya con palabras precursoras que son hoy, con honor, mi Palabra, el General Perón, al dirigirse a la Asamblea Legislativa, al asumir por primera vez la Presidencia de la República: “Pareja a la honradez ha de marchar la ecuanimidad en el gobernante reflejada en su amor a la justicia. En lo que a mi hace pongo el espíritu de justicia por encima del Poder Judicial que es requisito indispensable para la prosperidad de las naciones; pero entiendo que la Justicia además de independiente, ha de ser eficaz y que no puede ser eficaz si sus ideas y sus conceptos no marchan a compás del sentimiento público. De otro modo se frustrarán respetables anhelos populares y se entorpece el desenvolvimiento social con grave perjuicio para las clases obreras. Estas, que son naturalmente las menos conservadoras en el sentido usual de la palabra, al ver cómo se cierran los caminos del derecho no tienen más recurso que poner su fe en los procedimientos de la violencia”. Palabras premonitoras que continúan teniendo plena vigencia en esta hora en que asumo el Gobierno de la Nación y han sido inspiradoras, en la materia, de las Pautas Programáticas que anuncié el día 20 de enero del año en curso. 

 Una maravilla, ¿verdad? Pero no podemos decir que no nos avisaron...