lunes, 17 de diciembre de 2012

La Ley de Medios y el art.32 de la Constitución Nacional


Se ha dicho desde el oficialismo que ese auténtico mamarracho jurídico que ha sido votado por el Congreso y promulgado bajo el nro.26.522 y pomposamente llamado “Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual” llegaba para “democratizar” los medios de comunicación. Pero ni los medios, ni ninguna otra empresa tienen que ser “democráticos”. La democracia es sólo aplicable a los gobiernos, sean éstos nacionales, provinciales o municipales. ¿Se imaginan al personal de una fábrica eligiendo al directorio por el voto popular? ¿Se imaginan al personal del Grupo Clarín eligiendo a uno de los cadetes para reemplazar al todopoderoso Magnetto? Es hora de terminar con estas tonterías. Sólo puede ser “democrático” o no el gobierno de un Estado, de acuerdo a lo indicado en su constitución como tal.

Y la Confederación Argentina (ya es muy difícil llamarla “República”) tiene una constitución escrita que no es la voluntad caprichosa de quien circunstancialmente está a cargo de su administración. Y esa Constitución tiene un artículo, el nro.32, que dice “El Congreso Federal  no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal”.

Obsérvese que el constituyente utiliza el verbo “restringir”. Y cualquier ley, reglamento u ordenanza implica una restricción a la libertad de actuar o de no hacerlo, es una intervención del Estado en las relaciones entre particulares con diversos fines. Y por “libertad de imprenta” debe entenderse necesariamente “libertad de empresa periodística”, más allá de que la nuestra Ley Fundamental utilice los términos “prensa” e “imprenta” en diferentes artículos. Pero son equivalentes. No puede existir libertad de prensa sin que exista libertad de empresa periodística.

El texto del art.32 no figuraba ni en el proyecto de Alberdi, ni en la redacción original de la Constitución de 1853. Fue incorporado por la reforma de 1860, llevada a cabo en cumplimiento del Pacto de San José de Flores. ¿Cuál fue el motivo que llevó a los convencionales del Estado de Buenos Aires a proponer esta norma? El encargado de exponer las razones fue Dalmacio Vélez Sarsfield, quien durante la sexta sesión ordinaria dijo lo siguiente: “Voy a exponer los motivos de esta reforma, ya que no lo hacen los que la han propuesto. La reforma importa decir que la imprenta debe estar sujeta a las leyes del pueblo en que se use de ella. Un abuso de la libertad de imprenta nunca puede ser un delito, diré así, nacional. El Congreso dando leyes de imprenta sujetaría el juicio a los tribunales federales, sacando el delito de su fuero natural. Si en una provincia como Buenos Aires, no hubiera leyes de imprenta o los abusos de ellas fueron sólo castigados por el juez correccional, como otra cualquiera  injuria, ¿por qué daríamos facultad al Congreso para restringir la libertad de imprenta, darle otra pena a los delitos de imprenta, o imponer a los diarios restricciones o gravámenes que hicieran dificultosa su existencia? La reforma dice aún más: que el Congreso no puede restringir la libertad. La libertad de imprenta, señores, puede considerarse como una ampliación del sistema representativo  o como su explicación de los derechos que quedan al pueblo, después que ha elegido sus representantes al cuerpo legislativo. Cuando un pueblo elige sus representantes no se esclaviza a ellos, no pierde el derecho de pensar o de hablar sobre sus actos; esto sería hacerlos irresponsables. El puede conservar y conviene que conserve el derecho de examen y de crítica para hacer efectivas las medidas de sus representantes y de todos los que administran sus intereses. Dejemos, pues, pensar y hablar al pueblo y no se lo esclavice en sus medios de hacerlo. El pueblo necesita conocer toda la administración, observarla, y aún diré dirigirla en el momento que se separe de sus deberes, o para indicarle las reformas o los medios de adelanto, como sucede todos los días. Hoy es sabido en el mundo que los mayores adelantamientos materiales y morales de los pueblos son debidos a la prensa, al pensamiento de los hombres que no están empleados en la administración. Nosotros mismos somos testigos. La prensa ha indicado mil veces y aun ha exigido las mayores reformas en la administración y ha propuesto y ha discutido las leyes más importantes. Sobre todo, sin la absoluta libertad de imprenta, no se puede crear hoy el gran poder que gobierna a los pueblos y dirige a los gobernantes: la opinión pública. Sólo la libre discusión por la prensa, puede hacer formar el juicio sobre la administración o sobre los hechos políticos que deban influir en la suerte de un país. Sólo también por medio de la libertad de imprenta puede el pueblo comprender la marcha de la administración. No basta que un gobierno dé cuenta al pueblo de sus actos; sólo por medio de la más absoluta libertad de imprenta puede conocerse la verdad e importancia de ellos y determinarse el mérito o la responsabilidad de los poderes públicos. El pueblo entonces con pleno conocimiento de la administración crea como siempre sucede, un medio de adelantamiento, o el medio de evitarse un mal”.

Como puede apreciarse fácilmente, las palabras de Vélez describían un objetivo diametralmente opuesto al que persigue la actual administración, que no es otra cosa que lograr el establecimiento del “pensamiento único”, en base a lo que creen debe ser la consagración de la “voluntad popular” manifestada a través de la emisión del voto.

También es destacable la opinión de Joaquín V.González  en su “Manual de la Constitución Argentina”, comentando este artículo: “Importa dejar el poder de dictar las leyes que reglamenten su ejercicio a los gobiernos de las provincias. Resulta de esta restricción de los poderes del Congreso sobre la prensa, que se ha querido establecer para la Nación un gobierno de opinión y de examen, consecuente con su origen popular, y las faltas o delitos por medio de la prensa se cometen deben ser juzgados según la ley común en cada provincia. En uso de su soberanía exclusiva para legislar sobre imprenta, las constituciones de las provincias la han garantido contra legislaciones restrictivas, y han establecido, por regla general, el jurado como forma de enjuiciamiento por los abusos que por su intermedio se cometan, admitiendo la prueba de la imputación contra funcionarios públicos”.

Entonces, ¿qué hace falta para estar seguros de que la ley de marras es inconstitucional? Saber si restringe la “libertad de imprenta”, claro. Al menos sus artículos más cuestionados, no todo el texto legal se refiere a lo mismo. Y todo parece indicar que sí, aunque para el gobierno, sus fieles lacayos parlamentarios y los sagaces “opositores” que supimos conseguir suceda lo contrario. A esta altura ya no hace falta ninguna explicación, declaración ni movimiento en sentido alguno para confirmar que esta norma se sancionó pura y exclusivamente para desmembrar a un grupo mediático díscolo, que alguna vez fue complaciente, por no decir cómplice. El sólo hecho de calificarlo como “monopolio” cuando esto está lejos de ser verdad, ya nos da una idea de cómo hay que encarar la cuestión. Pero en Argentina ya no se piensa. Pensar se ha convertido en un defecto de la “burguesía”…

(CONTINUARA…)

viernes, 11 de mayo de 2012

La justicia, apéndice de la tiranía

Que la administración de justicia, bajo el presente régimen tiránico, ha perdido completamente su independencia, no es ninguna novedad, en especial el Fuero Federal. Muchos jueces son meros delegados del Poder Ejecutivo; otros, simulan alguna independencia pero siempre acaban por satisfacer los caprichos de la Casa Rosada y aquellos que, aplicando el derecho como deben, es decir, sin mirar a quién, son atacados sin piedad desde todos los ángulos posibles. Pero esto es historia repetida, está en el ADN de quienes han recibido un voto de confianza por parte de la mayoría del electorado, confianza imposible de explicar teniendo en cuenta los antecedentes históricos. Y como para muestra sólo basta un botón, pasaré a transcribir textualmente un fragmento del discurso que pronunciara en entonces presidente electo Héctor José Cámpora, ante la Asamblea Legislativa, el 25 de mayo de 1973. En el mismo se refería a los planes del nuevo gobierno en relación al Poder Judicial. Estimado lector, lea cuidadosamente y saque sus propias conclusiones:  

Con clarividencia y sencillez acaba de decir el General Perón: “La libertad y la justicia son los remedios que deben preferirse a la represión y compresión del pueblo". No hay duda que padecemos déficit de justicia . No hay confíanza popular en que las soluciones del legislador sean justas. Tampoco se cree que las decisiones del gobernante se inspiren en esa virtud y no estén al servicio del privilegio . No se confía en que la administración de justicia la discierna rápida y equitativamente. La política del Estado debe hacerse cargo de esta situación. Es sabido que la pérdida del respeto por la actuación de los tribunales implica el más grave detrimento para el prestigio de la ley. Más que cualquier otra deficiencia pública. el pueblo percibe los defectos de la administración de justicia. Aquí también la falta de confianza en los magistrados resiente gravemente la imagen del Estado y deteriora sensiblemente la del Gobierno. La preocupación por este problema debe figurar entonces entre los asuntos prioritarios a resolver por el Poder Ejecutivo . Sin duda que la independencia de los jueces en el ejercicio de sus funciones y su libertad frente a las interferencias de otros poderes debe ser plena y asegurada. Pero el reconocimiento del principio, en su doble carácter personal y funcional no implica un concepto estereotipado . La independencia del Poder Judicial tanto como la del Legislativo o la del Ejecutivo es en realidad problema de cada Poder. La Constitución señala en forma precisa la extensión y los límites de la esfera de actividad de cada uno de ellos. El Poder Judicial no puede ser ajeno a la tarea de Liberación Nacional que definirá la acción concreta de la nueva orientación del Estado. Pues en la medida en que el nuevo orden jurídico será el orden jurídico de esa Liberación, el Poder Judicial será el encargado de realizar esos nuevos valores en las decisiones de los conflictos particulares . Desde este punto de vista, el Poder Judicial será también el custodio de la legalidad de ese nuevo orden de valores, pues ésa es la función que le encomienda la Carta Magna. Como ya se ha dicho. la legalidad del Estado tiene un único origen, la voluntad popular, y un fin definido, el respeto de la persona humana en su proyección individual y social. Resumiendo, la Liberación Nacional es tarea de la totalidad del Estado y por tanto también del Poder Judicial. Necesitamos no sólo jueces calíficados por sus conocimientos sino también versados en la comprensión de la naturaleza humana , imbuidos de sentido nacional independiente, humildes, pacientes e incansables para buscar la verdad, que sean honestos y tenidos por tales por la ciudadanía. Que perciban la ética prevaleciente y los valores de la Argentina en reconstrucción participando en ésta con su función creadora. Que sientan la demora en administrar justicia como un dolor intolerable y que inclusive preserven las libertades públicas contra cualquier exceso, aun si proviniera del mismo Gobierno. También se ha de contemplar, reconociendo la jerarquia de su cometido, el trascendente papel de los abogados y demás auxiliares de la justicia asegurando junto con el régimen previsional que el foro reclama, la colegiación necesaria para garantizar la presencia de normas éticas y el perfeccionamiento de sus integrantes. La Justicia entonces debe tener todo los atributos necesarios para ejercer en libertad su ministerio frente a los otros poderes pero no puede estar apartada de los ideales. los propósitos y el destino del Pueblo expresados categóricamente a través del proceso electoral que culminó el 11 de marzo y el 15 de abril. Independiente, sí, pero no ajena o contraria a sus decisiones. El Poder Judicial y los Poderes Ejecutivo y Legislativo integran un mismo Gobierno, que tiene una senda trazada por el pueblo y debe seguirla sin desvío. Independiente, sí, de los otros poderes pero sin ignorar las expectativas creadas a los sentimientos de un Pueblo ilusionado y decidido. Pero independiente también, en especial de los poderes ocultos que son hoy los más sutiles e implacables instrumentos de sometimiento de una nación. La justicia, defensora de la libertad, pero no de la libertad para amparar injustamente a los fuertes y sojuzgar sin razón a los más débiles; defensora insobornable de las libertades públicas, en un ámbito y sentido social. El Pueblo debe ver en ella su imagen , su proyección, en los conflictos cotidianos de intereses. No es posible una justicia que se detenga en el pasado y no comprenda la evolución del constante presente y del cercano futuro. Debe avanzar con la vida social y nutrirse no sólo en persona y decisiones pretéritas, sino en hombres - no interesa su origen- que ajusten sus decisiones a normas jurídicas pero a la nueva luz que despierta cada día. Lo dijo ya con palabras precursoras que son hoy, con honor, mi Palabra, el General Perón, al dirigirse a la Asamblea Legislativa, al asumir por primera vez la Presidencia de la República: “Pareja a la honradez ha de marchar la ecuanimidad en el gobernante reflejada en su amor a la justicia. En lo que a mi hace pongo el espíritu de justicia por encima del Poder Judicial que es requisito indispensable para la prosperidad de las naciones; pero entiendo que la Justicia además de independiente, ha de ser eficaz y que no puede ser eficaz si sus ideas y sus conceptos no marchan a compás del sentimiento público. De otro modo se frustrarán respetables anhelos populares y se entorpece el desenvolvimiento social con grave perjuicio para las clases obreras. Estas, que son naturalmente las menos conservadoras en el sentido usual de la palabra, al ver cómo se cierran los caminos del derecho no tienen más recurso que poner su fe en los procedimientos de la violencia”. Palabras premonitoras que continúan teniendo plena vigencia en esta hora en que asumo el Gobierno de la Nación y han sido inspiradoras, en la materia, de las Pautas Programáticas que anuncié el día 20 de enero del año en curso. 

 Una maravilla, ¿verdad? Pero no podemos decir que no nos avisaron...

domingo, 29 de abril de 2012

Réquiem para la UCR

En estos últimos días hemos asistido a otro episodio vergonzoso de la tambaleante política argentina: la decisión orgánica de la Unión Cívica Radical de “acompañar” el proyecto del gobierno para expropiar (o mejor dicho, confiscar) gran parte del paquete accionario de YPF en manos de Repsol. Ni más ni menos, el otrora gran partido, caracterizado por su supuesta defensa de la legalidad y la vigencia plena de las instituciones republicanas, se ha convertido en un vulgar cómplice de latrocinio. Ahora, cuando estamos cerca de que en Diputados se redondee el aval a ese despropósito que ni por asomo traerá beneficio alguno al país, vemos cómo algunos legisladores se apartarán de aquella decisión partidaria para no avalar lo que consideran un atropello con el único objeto de ampliar la “caja” y seguir con la fiesta para no perder votos o, lo que es peor, para que el desastre en ciernes no termine por enterrar al gobierno antes de tiempo. ¿Se acuerdan cuando el ex presidente Raúl Alfonsín recitaba el Preámbulo de la Constitución Nacional en sus discursos de campaña allá por 1983? Buena fórmula que terminó dándole buenos resultados ante el atropello y caos que prometían los seguidores de la fórmula justicialista de entonces. Pero era otra falacia. Una más. ¿Cómo compatibilizar eso con las recientes declaraciones del diputado Bazze, quien en medio de la discusión por el apoyo o no al proyecto inconstitucional promovido por la presidente, declaró muy suelto de cuerpo que “en el radicalismo no hay lugar para propuestas liberales”?. ¿Se habrá dado cuenta este legislador que la Constitución argentina es profundamente liberal? ¿Qué es lo que juraron respetar muchos de los políticos radicales, que ostentan título de abogado? ¿Qué es lo que defendía Raúl Alfonsín al recitar el Preámbulo? La UCR es hoy un partido en vías de extinción, siendo nosotros generosos al no declararlo ya extinguido. Lo más dramático de la situación política actual es que no surja ningún dirigente que plantee una verdadera alternativa a la tiranía oponiéndose frontalmente a su accionar, a ese “vamos por todo”, que ya sabemos qué significa, aunque gran parte de la población se mantenga indiferente quizás pensando que se trata de una declamación más de “cancherismo” argentino. No es así. Tanto la presidente como muchos de los que la acompañan han bebido demasiado del totalitarismo más abyecto como para pensar que bromean. Y el radicalismo no es otra cosa que una expresión patética de sumisión frente al proyecto hegemónico de someter al país entero, sin lugar a la más mínima expresión de disenso. En un país donde se aplaude la violación de las leyes siempre y cuando el aplaudidor no resulte una víctma directa de esa violación, no hay ningún futuro posible que no sea el caos más absoluto. No será la UCR una alternativa viable para escapar de semejante destino, lamentablemente.

martes, 17 de abril de 2012

Nación fallida

Ciertos analistas políticos suelen utilizar la expresión “estado fallido” para referirse a algunos estados soberanos que no logran garantizar los servicios básicos a la población, que han perdido en un todo o en alguna parte el control de su territorio, que han perdido legitimidad en la toma de decisiones o tienen incapacidad de interactuar con otros estados. La otrora República Argentina aún no entra en semejante categoría, pero puede cargar con otra no menos infame: la de “nación fallida”. Esto es, tomando el concepto de “nación” dado por Anthony Smith, de “una comunidad humana con nombre propio, asociada a un territorio nacional, que posee mitos comunes de antepasados, que comparte una memoria histórica, uno o más elementos de una cultura compartida y un cierto grado de solidaridad, al menos entre sus élites”. Esa comunidad humana que representan los argentinos tiene, desde hace mucho tiempo, una rara habilidad: aquella de elegir siempre el peor camino, de apostar fuertemente por su propia ruina. Ya en una entrada anterior de este mismo blog había citado (ver “El caso CFK”) a Marcos Aguinis que en uno de sus textos nos recuerda que ya Darwin, en 1833, pudo detectar una curiosa solidaridad del argentino para con los delincuentes, como si existiera una identificación entre el ciudadano común y aquellos que violan la ley. Por eso mismo no debe extrañar que el argentino medio no dude en elegir gobernantes con graves sospechas de corrupción sobre sus espaldas, y aplauda con entusiasmo flagrantes violaciones de derechos ajenos, como ocurrió ayer ante el anuncio de la expropiación de una buena parte de las acciones de YPF. Este insólito espectáculo nos recordó la efusiva ovación que recibió el efímero presidente Adolfo Rodríguez Saá cuando declaró la suspensión del pago de la deuda pública del país. Ese patrioterismo (una suerte de mezcla entre patriotismo y patoterismo) ya nos ha costado muy caro a los argentinos conscientes de la realidad y de la historia. Sin embargo, una y otra vez vemos cómo se vuelve a caer en los mismos errores, como si a gran parte de la población le hubieran inyectado alguna droga que produce efectos analépticos de por vida. Así, Cristina Fernández ha trazado, sin querer, un triste paralelo entre ella y el alcohólico dictador Leopoldo Galtieri, al cual la población no dudó en ovacionar luego del manotazo de ahogado que representó el asalto a Malvinas, por el sólo hecho de buscar perpetuarse en el poder. Curiosamente, el mismo objetivo que se persigue ahora. Porque se intentó reflotar la “causa nacional” de Malvinas, y al comprender la actual tiranía que la comunidad internacional no apoyaría su bravuconada, entonces echó mano a otra solución que costará un precio impredecible al país y a sus empobrecidos habitantes: la expropiación brutal de YPF, sin ley ni indemnización previas, tal como lo manda la Constitución. Claro, qué vamos a mencionar a la Constitución formal si ya hace rato que en el país rige otra, una material (al decir del profesor Germán Bidart Campos) que no está escrita y que en este caso (como también ocurrió durante el nazismo) se le opone totalmente. Y que no es otra cosa que la voluntad de la presidente.
Más allá de las consecuencias políticas y jurídicas que tendrá que afrontar el país por esta disparatada decisión sobre YPF, la misma conlleva una verdadera provocación al sentido común ciudadano. En efecto, el discurso con el que se puso en marcha esta ilegal medida, no fue otra cosa que el reconocimiento de una política energética destructiva de muchos años, y que tuvo como principal protagonista al mismo ministro que hoy aparece nombrado como interventor. Sí, el mismo ministro que con su desidia es también responsable de la tragedia de Once y quién sabe de cuántas otras más si la fortuna no nos acompaña. Y todo esto genera aplausos y festejos. Es la nación fallida.
A veces, cuando pienso en Cristina Fernández, no puedo dejar de recordar lo del pastor Jim Jones, el reverendo norteamericano de ideas comunistas que fundó la secta “Templo del Pueblo” y que el 18 de noviembre de 1978 empujó al suicidio a más de 900 personas en Guyana, él mismo incluido. ¿Cuánto faltará para que el pueblo argentino beba mansamente la limonada con cianuro?

lunes, 9 de abril de 2012

Aquelarre

¿En qué se ha convertido la otrora República Argentina? A la luz de los hechos recientes es muy difícil encontrar una respuesta. Un vicepresidente puesto como candidato “a dedo” por la presidente para que, supuestamente, la acompañe sin chistar en todas y cada una de sus decisiones políticas, tanto en su función de reemplazante como en la de presidente del Senado, se ve acorralado por denuncias de todo calibre y convoca a la prensa para lanzar una cháchara incomprensible como contragolpe. Si antes de semejante exposición estaba muy comprometido, ahora su situación es absolutamente insostenible. Pero claro, estamos hablando de Argentina, y en este país pueden suceder cosas espantosas sin que a muchos se les mueva un solo pelo. De no mediar tragedias evitables como la que tuvo lugar en la estación Once, que el gobierno busca sacar de la memoria popular a toda costa, como el reciente temporal que azotó principalmente a la zona oeste del Gran Buenos Aires, los ciudadanos parecen vivir embriagados por los vapores de un licor imaginario, en medio de un sopor que les impider ver cómo su propio país se esfuma entre las garras de la corrupción y la voracidad del totalitarismo en ciernes.
No hay respuesta alguna desde la oposición, porque tampoco hay oposición real; los dirigentes políticos que no forman parte de la banda gubernamental, sólo se diferencian en cuanto a la cosmética, pero en el fondo parecen estar muy contentos con el rumbo que ha elegido el oficialismo. Tampoco la prensa, que en situaciones como la presente, con ausencia de dirigentes políticos capaces y organizados, suele asumir un rol que no le corresponde, pero que ha tenido protagonismo en muchas latitudes en defensa de las instituciones republicanas, parece estar sumida en una actitud complaciente, aún aquellos que son demonizados por la tiranía. En efecto, puede haber críticas durante los episodios más aberrantes, pero apenas se esboza algún síntoma de cordura (que no es otra cosa que una teatralización para engrupir a los incautos) los hombres de prensa no vacilan en adjudicar al gobierno un posible cambio de rumbo hacia posiciones menos confrontativas o menos violatorias del sistema republicano, lo que por otra parte, ya pudimos comprobar con harta suficiencia, está en sus mismos genes. Como bien diría Borges, no son ni buenos ni malos, son simplemente incorregibles.
Las disparatadas diatribas lanzadas por Amado Boudou en su “conferencia de prensa” (en el sentido kirchnerista de la expresión) prometen generar un verdadero aquelarre en el ámbito del partido gobernante. Y contra todo lo que la lógica podía suponer, después de demostrar con su monólogo que se trataba del manotazo de ahogado de un hombre acorralado y sin aliados, ahora presentó denuncias en la Justicia sobre hechos que no podrá probar, ampliando así la sucesión interminable de barbaridades que la claque gubernamental aplaude sin vacilar. La denuncia contra el estudio que condujera el procurador Esteban Righi, un camporista de la primera hora, promete derivar en consecuencias imprevisibles. Consecuencias dentro del propio gobierno, claro está. Porque afuera todo parece marchar de maravilla. La desidia oficial en proveer seguridad, pronta asistencia en catástrofes o un nivel de vida más o menos digno, no parecen estar en discusión. Todo se tolera en la Argentina de hoy. Menos afectar la “gobernabilidad”, por supuesto. Parece que el desastre de fines del 2001 caló tan hondo en algunas personas que podrían soportar cualquier cosa antes de una crisis institucional como aquélla. Y provoca profunda tristeza comprender que un alto porcentaje de la población avaló en las urnas estas fechorías. Porque pocos pueden hacerse los distraídos y decir “yo no sabia”. Ahora es demasiado tarde. La descomposición moral de la sociedad actual amenaza el futuro de varias generaciones. Por ello es necesario capear todos los temporales que vengan, pero no cesar en la lucha por volver a la Constitución. La formal, aquella que nos dejaron escrita los próceres que vieron un futuro de prosperidad para la Nación.

lunes, 2 de abril de 2012

¿Qué se recuerda el 2 de abril?

Existiendo el día 10 de junio establecido como Día de la Reafirmación de los Derechos Argentinos sobre las Islas Malvinas, Islas del Atlántico Sur y Sector Antártico, no encuentro explicación lógica para que se haya decretado un feriado y se lleven a cabo actos recordatorios del 2 de abril de 1982, en abierta contradicción con el 10 de junio, ya que con los sucesos del 2 de abril se echó por tierra todo el esfuerzo diplomático desarrollado a través de muchos años. Es incomprensible que un auténtico “manotazo de ahogado” de una dictadura militar en descomposición, y que le costó la vida a varios cientos de argentinos, sea recordado como si de una fecha patria se tratara. Se sabe que antes de aquella absurda acción militar, el país estaba muy cerca de forzar una solución negociada al estilo Hong Kong, y que le hubiera dado la plena soberanía sobre las Islas Malvinas a la Argentina en un plazo probablemente muy cerca de cumplirse hoy en día. Pero claro, la irracionalidad nacionalista y el patriotismo mal entendido es capaz de conseguir apoyo para tales disparates. No es extraño que el gobierno actual, que comparte muchas características totalitarias con aquella dictadura militar, eche mano a una suerte de “ofensiva” para reinstalar el reclamo de la soberanía sobre las islas como una forma de distraer a la opinión pública de los desastres por él provocados.

jueves, 29 de marzo de 2012

Culto a la personalidad

A través de la historia, una característica que aparece en los totalitarismos o regímenes tiránicos es el culto a la personalidad del líder que conduce el proceso. Si bien la expresión fue acuñada por el dirigente soviético Nikita Khrushchev durante el 20° Congreso del PCUS para referirse al caso de Stalin, se pueden encontrar antecedentes mucho más viejos. ¿Y cuáles son las señales que nos permiten establecer que existe semejante culto? Podemos enumerar las siguientes: 1) La devoción injustificada de casi todos con el “conductor” (unos por convicción, otros por miedo o conveniencia); 2) La presencia de un “enemigo común” que sirva para justificar la acción del líder, sin importar si es interno o externo, y que supuestamente pretende destruir al régimen o al líder mismo; 3) Ausencia de crítica a las expresiones públicas del líder. Todo aquel que se oponga será considerado un traidor; 4) Persecución y difamación de aquellos que se atrevan a criticar al líder o al régimen por él expuesto; 5) Equiparación de la figura del líder con la del Estado mismo. Si éste es atacado, entonces se ataca a la “patria”; 6) Presencia exagerada de imágenes y eslogans en diferentes edificios públicos y medios masivos; 7) Designación de calles, avenidas, plazas, escuelas, estadios y hasta edificios públicos con el nombre del líder o de algo relacionado con las ideas que éste profesa.
Si bien la lista no es exhaustiva, aquí podemos encontrar los principales indicios de que en un lugar determinado se ha desatado un régimen tiránico o totalitario. Los ejemplos en el mundo son clásicos: desde los retratos de Mao en todos los hogares chinos, pasando por las estatuas de Saddam Hussein a lo largo y ancho de Irak antes de su caída, los distintivos y saludos oficiales durante el nazismo, la institución del cumpleaños de Nicolae Ceausescu y de su esposa como feriados nacionales en la Rumania comunista, o el disparatado cambio del calendario en Turkmenistán para honrar a su dictador ya fallecido.
Como el lector podrá observar, la totalidad de los siete puntos antes descriptos tienen relación en mayor o menor medida con lo que sucede actualmente en Argentina. En el caso del punto siete, debemos aclarar que se cumple perfectamente respecto del ex presidente fallecido Néstor Kirchner. Y respecto de Cristina Fernández, hay un par de datos que deben tenerse en cuenta para llevar esta situación a la más absoluta ridiculez. Cuando la presidente se dirige al país a través de la cadena nacional, su intérprete para hipoacúsicos está ataviada de negro, en sintonía con aquélla. Y en el reciente desfile de la diseñadora Susana Ortiz, en el Buenos Aires Alta Moda, no hubo cierre con el vestido de novia como ya es un clásico, sino que fue reemplazada por un vestido de noche totalmente negro, lucido por una de las figuras más genuflexas respecto del kirchnerismo: Andrea del Boca.
Estimado lector: ¿Aún piensa que Argentina es una República, o su forma de gobierno es republicana, así como lo manda su Constitución en su artículo primero?