A través de la historia, una característica que aparece en los totalitarismos o regímenes tiránicos es el culto a la personalidad del líder que conduce el proceso. Si bien la expresión fue acuñada por el dirigente soviético Nikita Khrushchev durante el 20° Congreso del PCUS para referirse al caso de Stalin, se pueden encontrar antecedentes mucho más viejos. ¿Y cuáles son las señales que nos permiten establecer que existe semejante culto? Podemos enumerar las siguientes: 1) La devoción injustificada de casi todos con el “conductor” (unos por convicción, otros por miedo o conveniencia); 2) La presencia de un “enemigo común” que sirva para justificar la acción del líder, sin importar si es interno o externo, y que supuestamente pretende destruir al régimen o al líder mismo; 3) Ausencia de crítica a las expresiones públicas del líder. Todo aquel que se oponga será considerado un traidor; 4) Persecución y difamación de aquellos que se atrevan a criticar al líder o al régimen por él expuesto; 5) Equiparación de la figura del líder con la del Estado mismo. Si éste es atacado, entonces se ataca a la “patria”; 6) Presencia exagerada de imágenes y eslogans en diferentes edificios públicos y medios masivos; 7) Designación de calles, avenidas, plazas, escuelas, estadios y hasta edificios públicos con el nombre del líder o de algo relacionado con las ideas que éste profesa.
Si bien la lista no es exhaustiva, aquí podemos encontrar los principales indicios de que en un lugar determinado se ha desatado un régimen tiránico o totalitario. Los ejemplos en el mundo son clásicos: desde los retratos de Mao en todos los hogares chinos, pasando por las estatuas de Saddam Hussein a lo largo y ancho de Irak antes de su caída, los distintivos y saludos oficiales durante el nazismo, la institución del cumpleaños de Nicolae Ceausescu y de su esposa como feriados nacionales en la Rumania comunista, o el disparatado cambio del calendario en Turkmenistán para honrar a su dictador ya fallecido.
Como el lector podrá observar, la totalidad de los siete puntos antes descriptos tienen relación en mayor o menor medida con lo que sucede actualmente en Argentina. En el caso del punto siete, debemos aclarar que se cumple perfectamente respecto del ex presidente fallecido Néstor Kirchner. Y respecto de Cristina Fernández, hay un par de datos que deben tenerse en cuenta para llevar esta situación a la más absoluta ridiculez. Cuando la presidente se dirige al país a través de la cadena nacional, su intérprete para hipoacúsicos está ataviada de negro, en sintonía con aquélla. Y en el reciente desfile de la diseñadora Susana Ortiz, en el Buenos Aires Alta Moda, no hubo cierre con el vestido de novia como ya es un clásico, sino que fue reemplazada por un vestido de noche totalmente negro, lucido por una de las figuras más genuflexas respecto del kirchnerismo: Andrea del Boca.
Estimado lector: ¿Aún piensa que Argentina es una República, o su forma de gobierno es republicana, así como lo manda su Constitución en su artículo primero?
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