viernes, 9 de marzo de 2012

El caso Boudou

El 30 de junio de 2011 Santiago Kovadloff publicaba un revelador artículo en el diario La Nación bajo el título “La Constitución o el delito”. En su primer párrafo, expresaba: “Queda claro: la lucha de fondo, a partir de aquí, será a favor o en contra de la Constitución. A favor o en contra de la ley. A favor o en contra de la alternancia. A favor o en contra del autoritarismo.”
Lo que sucedió después, ya lo sabemos. La gente eligió el delito. Los motivos de este proceder son complejos y seguramente nos detendremos a analizarlos más adelante. Pero ahora, con este panorama de “cheque en blanco” otorgado a un gobierno que avanza hacia el totalitarismo sin que nadie parezca verse afectado por ello, no podemos esbozar siquiera una sorpresa por la situación en la que se encuenta el actual vicepresidente Amado Boudou.
El extravagante ex ministro de economía, cuya actuación al frente del viejo Palacio de Hacienda parece haberle dado muchos réditos personales pero que resultó absolutamente intrascendente en su función específica (un clásico del kirchnerismo desde la salida de Roberto Lavagna), deambula a través de medios oficialistas intentando explicar lo inexplicable, lleno de contradicciones y actos fallidos, que no hacen más que hundirlo más en el fango del escarnio.
En efecto, luego de su insólito nombramiento como candidato a dedo, muy acorde con la historia del peronismo más rancio, se dedico a hacer campaña por medios no convencionales, seguro de captar votos de los sectores más proclives a considerar que la idoneidad para ejercer cargos públicos pasa por la habilidad para hacer el ridículo. Luego de la victoria electoral, seguro de la impunidad que eso le aseguraría, y confiando en el respaldo que le daría su protectora, se burló de las denuncias en su contra hasta que algo se rompió.
Su pasado en la UceDé y en el CEMA no lo pintaban como alguien confiable en el ultrakirchnerismo. Algún episodio aislado le hizo ganar muchos enemigos internos y eso incidió para que le soltaran la mano. Contrariamente a lo habitual, el juez todoterreno Norberto Oyarbide se excusó de absorber su caso, pese a que sus maniobras previas hacían suponer lo contrario, y ahora el guitarrista y motoquero se encuentra a la deriva. Tan poco efectivas resultaron sus explicaciones que hasta generó un resurgimiento de la “oposición”, que alzó tímidamente la mano con un intento de juicio político que, como se sabe, no prosperará. De renuncia, ni hablar. En el kirchnerismo no se renuncia, excepto en aquellos casos donde hay plena seguridad de que la presidente no será afectada a los ojos del “pueblo”. Que ella nombró candidato a Boudou sin otro requisito que haberle demostrado fidelidad canina, es algo de lo que nadie se acordará. No vaya a ser que esa memoria afecte la “gobernabilidad”, ¿no?
Mientras tanto, tuvo que ocurrir una tragedia con 51 víctimas fatales y centenares de heridos para que la "gente" empiece a ver con otros ojos a la presidente de la Nación, que tiene hace mucho tiempo licencia para mentir y construir una realidad virtual con la que busca hipnotizar a los más fanáticos de su "modelo" y destruir lo poco que queda del sistema constitucional. Casos de corrupción como el que afecta a quien debe asumir la primera magistratura del país en caso de ausencia de la presidente, no importan.

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