sábado, 10 de marzo de 2012

El caso CFK

En la entrada anterior comentábamos sobre la situación del vicepresidente Amado Boudou con respecto al hecho de corrupción en el que aparece involucrado. Por supuesto que no es el primero ni será tampoco el último; si bien el actual gobierno es una auténtica caja de Pandora, la corrupción es endémica en Argentina y encuentra sus raíces en tiempos de la misma organización nacional.
Sin embargo, la actual presidente de la Nación parece ser inmune a cualquier acusación ciudadana respecto a los delitos de sus subordinados o cualquier funcionario que haya prohijado o designado. En un fenómeno verdaderamente curioso, teniendo en cuenta que respecto algunos de sus predecesores la población ha tenido mucha menor consideración frente a casos que, comparados con los que salpican a la viuda del eterno luto, parecen juego de niños.
Se suele decir que el argentino es capaz de tolerar todo menos que le toquen el bolsillo. No obstante, también parece que poca gente nota que hay muchas vías indirectas por las cuales nos tocan los bolsillos. La insólita falta de reacción frente a la confiscación de los fondos de las AFJP es una clara demostración para esta hipótesis. Claro, el “relato” oficial, que pregona este hecho como si fuera un acto heroico en defensa de los haberes jubilatorios, ha oscurecido los escasos cuestionamientos y capitalizado este vulgar latrocinio como un acto de gobierno audaz y favorable a los más necesitados.
Marcos Aguinis nos recuerda en su libro “El atroz encanto de ser argentinos” que ya Charles Darwin, en su breve paso por estas tierras en 1833, pudo detectar el imperio del soborno y de la corrupción, y una extraña solidaridad hacia los delincuentes, como si hubiera una subterránea identificación entre el ciudadano común y los que violan la ley. Con tan arcaico antecedente no podemos sorprendernos por los resultados de algunas encuestas que indican que a los argentinos les preocupa poco o nada que haya corrupción administrativa. Y cuando no hay más remedio que reconocer un escándalo, en éste jamás se encuentra involucrado el jefe de los protagonistas directos, siempre y cuando caiga “simpático” a los ojos del pueblo, sin importar las razones para ello. Pasó con Menem, ahora se traslada a Cristina Fernández.
Y en el caso específico de la autodidacta de Tolosa, la ceguera de buena parte de la población alcanza límites insospechados. Y no hay peor ciego que el que no quiere ver. Ya no alcanza con la financiación de su primera campaña con fondos sucios, entre ellos el dinero de PDVSA gentilmente traído por el valijero Antonini Wilson, ni con la expansión geométrica de su fortuna durante el ejercicio del cargo que aún ostenta, ni su reconocido respaldo a personajes tan impolutos como Hebe de Bonafini y su prohijado Sergio Schoklender. De su falta de idoineidad para gobernar, hecho por demás evidente en la primera mitad de su primer mandato, pocos se ocupan, y los que lo hacen, parecen resignados a aceptarlo pensando que otros podrían ser peores. Y hasta los que se suponen más calificados para pensar de otro modo, no paran de elogiarla por su gran oratoria. ¿Es una gran oradora Cristina Fernández? Por supuesto que no. Para ser calificado de gran orador, no sólo hay que saber hablar sin ayuda de papeles, como parece ser la única condición que imponen los opinadores que han creado este pseudotítulo honorífico. También hay que decir algo, el discurso debe tener un contenido. La presidente es una gran versera, entendiendo por tal a aquel que habla todo el tiempo sin decir prácticamente nada útil. En eso no podría superarla siquiera su gran mentor Fidel Pintos, con su gran creación, la “sanata”. El ingenio popular en Twitter ha calificado su última intervención en la apertura de sesiones del Congreso Nacional como “Avatar” (por la película), dado que hubo más de tres horas de fantasías y ningún contenido…
En sus primeros cuatro años al frente del Poder Ejecutivo pronunció más pavadas que todos sus predecesores juntos desde Rivadavia en adelante. Sin embargo, el promedio de ignorancia en el país es de tal magnitud que hasta aparece como una intelectual experta en todos los temas. Fiel reflejo del atraso crónico que vive el país.
Y qué podemos decir sobre sus ideas…en uno de sus tantos e insufribles discursos, dado el 25 de marzo de 2009 en San Fernando, la presidente recordó que, luego de producido el golpe militar de 1976, su madre arrojó al pozo ciego de su casa en Ringuelet toda la colección de las revistas “El Descamisado” y “Militancia”. Para los que no vivieron la época y no están al tanto, aclaramos que la primera mencionada era el órgano oficioso de la Organización Montoneros, dirigida por Dardo Cabo, y que lo fue hasta el día en que el gobierno de Isabel Martínez de Perón decretó su clausura definitiva. La segunda, dirigida en tándem por el entonces diputado Rodolfo Ortega Peña y el actual secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde, tenía una clara orientación marxista-leninista pese al título (su nombre completo era “Militancia Peronista para la Liberación”). Un párrafo de la nota editorial de su primer número, lanzado el 14 de junio de 1973, no deja lugar a dudas: “Los destinatarios de MILITANCIA serán entonces especialmente los cuadros militantes del Movimiento Peronista, y en este intento de crear una publicación semanal que contribuya, como una herramienta más, al desarrollo de la guerra popular en la especial coyuntura política argentina, trataremos de ir superando con esfuerzo las limitaciones y deficiencias de toda prensa política popular, que en este caso se larga a la aventura de abandonar el mimeógrafo y su difusión en mano, para adquirir las formas externas de las revistas convencionales.”
Estimado lector, ¿entendió ahora qué significa el “vamos por todo”?
Por supuesto que el Premio Nobel de sociología no existe, pero habría que instituirlo al menos por única vez para premiar al que consiga revelar el motivo por el cual semejante personaje obtuvo el respaldo del 54% del electorado en los últimos comicios y que, según algunas encuestas, bordeó el 70% de imagen positiva después de la asunción de su segundo mandato. Una tragedia como la de Once, cuya responsabilidad es imposible no atribuir a la desidia oficial en la administración de los recursos y de los servicios de transporte, y que la encontró “esquivando el bulto” tal como lo hiciera su extinto cónyuge con el desastre de Cromañón, apenas consiguió que esa “imagen positiva” baje algunos puntos…claro, el tema ya es viejo, muy viejo. El argentino suele votar estas cosas y luego pedirle pan a San Cayetano.
Entonces, la culpa no es del chancho. Se sabe que el ser humano es el único ejemplar del reino animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, con excepción de los argentinos, capaces de hacerlo cien veces sin ruborizarse. Claro, siempre existirá algo o alguien a quien cargarle la responsabilidad por el infortunio. Y de eso la señora Fernández, viuda de “EL” (la ironía es creación de Jorge Lanata), sabe mucho.

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